Todo aquél estudiante que desea estudiar medicina debería leer las cartas del gran Esculapio, médico romano, considerado en la mitología como el dios de la medicina y la curación
"¿Quieres ser médico, hijo mío? ¿Has pensado bien en lo que eso significa?. Tendrás que renunciar a la vida privada. Mientras la mayoría de la gente, puede terminada su tarea diaria, aislarse de las personas inoportunas, la puerta de tu casa deberá estar siempre abierta a los que necesitan de tu ayuda. A toda hora del día y de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres y tu meditación. Ya no tendrás tiempo libre para dedicarlo a la familia, a la amistad o al estudio. Ya no te pertenecerás.
Los pobres, acostumbrados a padecer, sólo te llamarán en casos de urgencias; pero los ricos te tratarán como un esclavo encargado de remediar sus excesos; sea porque tengan una indigestión o porque estén acatarrados, harán que te despiertes a toda prisa tan pronto como sientan la menor inquietud. No podrás ir al teatro, ausentarte de la ciudad, ni enfermarte; tendrás que estar siempre listo para acudir tan pronto te llamen tus amos.
Antes eras severo en la elección de tus amigos; buscabas la compañía de hombres talento, de artistas, de almas delicadas; pero ahora no podrás desechar a los fastidiosos, a los escasos de inteligencia ni a los despreciables. Ya se trate de un malhechor o de un hombre honrado, todos tendrán el mismo derecho a que los asistas. Prolongarás la vida de personas nefastas, y el secreto de tu profesión te prohibirá impedir crímenes de los que serás testigo.
No será fácil para ti ganarte una buena reputación. Ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por la casualidades del destino. No te juzgarán por la calidad de tu capa ni por la apariencia de tu casa, tampoco por el número de tus criados ni por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no tienes una barba bien cuidada, otros desconfiarán de ti si crees en dioses extraños o si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez, pero habrás de adoptar la actitud de un profeta. Eres activo y sabes lo que vale el tiempo, pero no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar largas explicaciones de aquellos que quieran describirte un cólico. Los ociosos te consultarán por el solo placer de charlar contigo. Serás el vertedero de sus disgustos y de sus nimias vanidades.
¿Sientes pasión por la verdad? Pues ya no podrás decirla. Tendrás que ocultarle a algunos
la gravedad de su mal y a otros su insignificancia. Deberás guardar los secretos de tus pacientes, y a veces parecer ignorante o cómplice.
No será fácil para ti ganarte una buena reputación. Ten presente que te juzgarán, no por tu ciencia, sino por la casualidades del destino. No te juzgarán por la calidad de tu capa ni por la apariencia de tu casa, tampoco por el número de tus criados ni por la atención que dediques a las charlas y a los gustos de tu clientela. Los habrá que desconfiarán de ti si no tienes una barba bien cuidada, otros desconfiarán de ti si crees en dioses extraños o si no crees en ellos.
Te gusta la sencillez, pero habrás de adoptar la actitud de un profeta. Eres activo y sabes lo que vale el tiempo, pero no habrás de manifestar fastidio ni impaciencia; tendrás que soportar largas explicaciones de aquellos que quieran describirte un cólico. Los ociosos te consultarán por el solo placer de charlar contigo. Serás el vertedero de sus disgustos y de sus nimias vanidades.
¿Sientes pasión por la verdad? Pues ya no podrás decirla. Tendrás que ocultarle a algunos
la gravedad de su mal y a otros su insignificancia. Deberás guardar los secretos de tus pacientes, y a veces parecer ignorante o cómplice.
Aunque la Medicina es una ciencia ambigua, a quien los esfuerzos de sus fieles van iluminando de siglo en siglo, no te será permitido dudar nunca, so pena de perder toda credibilidad. Si no afirmas que conoces la naturaleza de la enfermedad, que posees un remedio infalible para curarla, el vulgo se irá con los charlatanes que venden la mentira que el pueblo con frecuencia necesita.
No cuentes con el agradecimiento; cuando el enfermo sana, la curación es debida a su fortaleza; cuando muere, tú eres el que lo has matado. Mientras está en peligro te trata como un dios, te suplica, te promete, te colma de halagos, pero tan pronto entra en convalecencia, ya le estorbas, y cuando se trata de pagar los cuidados que le has prodigado, se molesta y te denigra.
Cuanto más egoístas son los pacientes, más solicitud exigen de su curador.
La sociedad confía en sus médicos para que remedien los daños que les causa la vida en la ciudad. Pero no cuentes con que ese oficio te haga rico; ser médico es un sacerdocio, y no sería decente que un sacerdote obtuviera ganancias como las que obtiene un aceitero o el comerciante que vende lana.
Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana; todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de la míseras viviendas y los agrios perfumes de las cortesanas; palpar tumores, curar llagas verdes llenas de pus, fijar tu mirada en las inmundicias, olfatear en lugares nauseabundos y hurgar en sitios repugnantes...
Cuántas veces, en un día hermoso, lleno de sol, o bien al salir del teatro, después de ver una obra de Sófocles, te llamarán para asistir a un hombre que molestado por dolores del vientre, pondrá ante tus ojos una bacinica llena de excrementos, que quiso guardar para que observarás aquella deyección.
Cuanto más egoístas son los pacientes, más solicitud exigen de su curador.
La sociedad confía en sus médicos para que remedien los daños que les causa la vida en la ciudad. Pero no cuentes con que ese oficio te haga rico; ser médico es un sacerdocio, y no sería decente que un sacerdote obtuviera ganancias como las que obtiene un aceitero o el comerciante que vende lana.
Te compadezco si sientes afán por la belleza; verás lo más feo y repugnante que hay en la especie humana; todos tus sentidos serán maltratados. Habrás de pegar tu oído contra el sudor de pechos sucios, respirar el olor de la míseras viviendas y los agrios perfumes de las cortesanas; palpar tumores, curar llagas verdes llenas de pus, fijar tu mirada en las inmundicias, olfatear en lugares nauseabundos y hurgar en sitios repugnantes...
Cuántas veces, en un día hermoso, lleno de sol, o bien al salir del teatro, después de ver una obra de Sófocles, te llamarán para asistir a un hombre que molestado por dolores del vientre, pondrá ante tus ojos una bacinica llena de excrementos, que quiso guardar para que observarás aquella deyección.
Hasta la belleza misma de las mujeres, consuelo del hombre, se desvanecerá para ti. Las verás por las mañanas desgreñadas, desencajadas y desprovistas de sus bellos afeites. Cesarán de ser diosas para convertirse en seres sin gracia, afligidos de miserias. En fin, sentirás por ellas más compasión que deseos.
Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía de los agonizantes; entre los cuerpos desgarrados por los buitres.
Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, sólo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre tus colegas, que se hacen sordos por el interés o por el orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas.
Piensa mientras todavía estás a tiempo; pero si, indiferente a la buena fortuna, a los placeres de la vida; si aun sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante serena para sastifacerse con el deber cumplido; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre y penetrar en todo lo trágico de su destino, entonces adelante: ¡hazte médico, hijo mío!"
Tu vida transcurrirá como la sombra de la muerte, entre el dolor de los cuerpos y de las almas, entre los duelos y la hipocresía de los agonizantes; entre los cuerpos desgarrados por los buitres.
Te verás solo en tus tristezas, solo en tus estudios, sólo en medio del egoísmo humano. Ni siquiera encontrarás apoyo entre tus colegas, que se hacen sordos por el interés o por el orgullo. Únicamente la conciencia de aliviar males podrá sostenerte en tus fatigas.
Piensa mientras todavía estás a tiempo; pero si, indiferente a la buena fortuna, a los placeres de la vida; si aun sabiendo que te verás solo entre las fieras humanas, tienes un alma bastante serena para sastifacerse con el deber cumplido; si te juzgas bien pagado con la dicha de una madre, con una cara que te sonríe porque ya no padece, o con la paz de un moribundo a quien ocultas la llegada de la muerte; si ansías conocer al hombre y penetrar en todo lo trágico de su destino, entonces adelante: ¡hazte médico, hijo mío!"
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